lunes, 18 de marzo de 2013

Periodismo a lomos de un viejo Saab 900

Por JOAQUÍN RODRÍGUEZ


Los periódicos de información general tienen multitud de secciones, pero sólo la sección política refleja el alma de una cabecera. Columnistas, gaceteros y plumillas escriben ríos de tinta sobre partidos y legisladores a diario.
                Los periodistas facilitan al ciudadano la información necesaria para conocer y juzgar la actuación de sus gobernantes. Para la ocasión he querido traer la serie y posterior adaptación a la gran pantalla, La Sombra del Poder, en inglés State of Play.
State of Play es una serie televisiva de la BBC de seis capítulos emitida en el año 2003, escrita por el guionista Paul Abbott y dirigida por David Yates, conocido por dirigir cuatro películas de la Saga Harry Potter. El telefilme relata la historia del periodista Cal McCaffrey en su investigación por resolver la muerte de Sonia Baker, una joven asesora política que trabajaba en el despacho del Parlamentario Stephen Collins. 

 A través de los seis episodios, Yates nos sumerge en la redacción del diario The Herald, recreando cómo investigan los periodistas, detallando los obstáculos que se encuentran y descubriendo las luces y sombras de la profesión. Se trata de un thriller político ambientada en Londres, donde no faltan políticos, policías, asesinos profesionales y empresas de seguridad con fines poco claros.

El reparto lo componen: 



  • John Simm en el papel del periodista Cal McCaffrey, recordado como Sam Tyler en la serie británica de detectives Life on Mars (2006).
  • David Morrissey como el parlamentario Stephen Collins, conocido por ser el Gobernador en la serie The Walking Dead (2010).
  • Kelly Macdonald como la inexperta periodista Della Smith, que interpreta a Dolly en Anna Karenina (2012).
  • Bill Nighy como el director del periódico Cameron Foster, que dio vida a Rufus Scrimgeour en la primera parte de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte (2010).
La serie tuvo una muy buena acogida entre el público británico, y ganó tres premios de la Academia Británica del Cine (BAFTA, por sus siglas en inglés) en el año 2004. Los premios fueron en la categoría de mejor banda sonora, para el mejor montaje y al mejor actor para Bill Nighy. Como curiosidad este actor es el que se esconde tras el rostro del Pirata Davy Jones en la saga de Piratas del Caribe. Además atesora otro BAFTA al mejor actor de reparto por Love Actually (2003), y un Globo de Oro al mejor actor de miniserie por La hija de Gideon (2005).
  
Asimismo, cabe destacar la nominación de Paul Abbott a mejor guión por esta serie en los BAFTA de 2004. Aunque al final no lo ganara, Abbott siempre es garantía de una buena trama. La serie que más fama le ha dado fue Shameless (2004), en la que narra con humor las peripecias de un clan de hermanos que han de sobrevivir al abandono de sus padres. Además el guionista británico fue nominado seis veces por sus guiones televisivos en los BAFTA, ganando el premio a mejor guión en dos ocasiones: una con la serie Cracker (1993) y la otra con la serie Clocking Off (2000).
                El éxito de la serie británica atrajo la atención de los productores de Hollywood siempre atentos a las buenas ideas. En el año 2009 se estrenaba la película La Sombra del Poder, esta vez ambientada en la ciudad de Washington. Dirigida por Kevin Macdonald, recordado por El último Rey de Escocia (2006), contaba en su reparto con actores como Russell Crowe, en el papel del aguerrido periodista Cal McCaffrey; Rachel McAdams como la joven informadora Della Frye; Helen Mirren como Cameron Lynne, directora del Washington Globe (adaptación americana del diario The Herald británico); y Ben Affleck, interpretando al Congresista estadounidense Stephen Collins.
                El largometraje cuenta una historia de poder y contrapoder, de políticos y periodistas. A través de una intrincada trama el director trata de delimitar la figura del verdadero periodista y de excluir al extraño, al que no vale, al que se corrompe en el camino hacia la verdad. Es muy interesante el diferente trato que McCaffrey otorga a Della Frye según avanza la película. Al principio no hace sino atacarla por su condición de bloguera, tachándola de escribir porquería. Sin embargo, una vez demostrada su valía y tenacidad al final de la historia, McCaffrey se refiere a ella como periodista.
La contraposición de los dos personajes, el curtido periodista frente a la periodista novata, da mucho juego en las conversaciones. McCaffrey es un informador de relieve con técnicas de pillo y con un prestigio ganado sobre el papel. Della Frye es ambiciosa, escribe chismes en un blog de la edición digital, tiene empuje y no le teme a nada, en definitiva, alguien recién llegado al gremio y que ignora los peligros de alcanzar una información de calado. 
             Pese a la tirantez inicial entre ambos, él termina por guiarla en la profesión, ejerciendo el papel de Tutor en la gran prueba de fuego que es el periodismo. Como anécdota, Frye pierde todo bolígrafo que pasa por sus manos, haciendo gala de su humor McCaffrey le regala lo que él denomina “collar festivo nunca más sin bolis”. Un colgante hecho sólo con bolígrafos.
                 La figura de Russell Crowe es clave en toda la historia. Recorre la ciudad con un Saab antiguo y desecho, lleno de periódicos, revistas y basura acumulada en los asientos traseros. Viste con estilo, pero descuidado en su barba y maneras. Vive solo en un pequeño apartamento, entre montañas de desorden y diarios por el suelo. Por si fuera poco, le gusta la música country y bebe como un auténtico irlandés. Pese a todo lo descrito es un gran periodista, tiene una extensa agenda de contactos, no teme bajar a las alcantarillas y es astuto en la forma de investigar, tanto en su trato con la policía como con los forenses, o con los políticos.
 
Por otra parte, la fotografía de la película tiene un solo tema, la ciudad de Washington. Ya sea a lomos del destartalado “Saab 900 con asientos de velvetón” de McCaffrey o sentado en el metro de la capital estadounidense, el espectador tiene la sensación de conocer hasta el último rincón de la ciudad. Escenarios que van desde las alcantarillas, los lugares más sórdidos y oscuros, hasta el Congreso y la explanada del Obelisco, que tantas veces ha retratado el séptimo arte. A su vez se capta la redacción del Washington Globe en todo su esplendor, con puestos de redacción hasta arriba de folios, periódicos viejos y archivadores. Una estampa más que conocida en el mundillo.
                Paralelo al argumento principal, el Congresista Collins aborda el problema de la Privatización de la Seguridad Estatal. En una crítica velada a la empresa de mercenarios Blackwater, Callins centra toda su campaña contra la ficticia compañía de seguridad Pointcorp, que en un guiño al periodismo tiene sus oficinas instaladas en el edificio Watergate de la capital estadounidense.
                Por otro lado, los dardos de la película alcanzan al mal periodismo, aquél que abona rumores, emponzoña la realidad y hurta la posibilidad de transmitir una información útil y de calado. Cal McCaffrey llama ‘chacales’ a sus compañeros de la televisión, denunciando por el camino el poder destructivo de los medios de comunicación.
                Otro de los focos de la trama es la relación entre el periodista y la directora del diario. El trato entre los personajes de Russell Crowe y Helen Mirren es tenso, a veces cortante y maleducado. Ella no duda en tacharle de ‘capullo’ y él tiene una placa en su mesa que reza: NEVER TRUST AN EDITOR, nunca confíes en un editor, en castellano.
 
Como bien apunta mi amigo Guillermo Verdín, la directora tiene el papel más complicado porque está nadando entre dos aguas. De un lado tiene que rendir cuentas a los dueños del Washington Globe, con el consiguiente deterioro de la información, y del otro es periodista y quiere ayudar a McCaffrey a llevar a buen puerto su gran investigación.
                A pesar de lo que pueda parecer en ciertos momentos, el aprecio de la directora por su periodista estrella queda patente no ya en palabras, sino en los hechos. Da tiempo a McCaffrey a completar su artículo, le pasa por alto obviar informaciones que podrían dar rentabilidad al periódico y le hace caso cuando éste le pide que permita a Della Frye continuar ayudándole.
                Para terminar este artículo, traigo las palabras de McCaffrey respondiendo al congresista Callins, un alegato a favor del buen periodismo que suscribo al completo…
- Sabes, resulta ridículo tu sentido de la responsabilidad.
- “Lo dices, porque ya nadie lee los periódicos... ¿Es eso?, sólo es una noticia más, un par de días de follón y luego es papel de envolver... Entre todos los cotilleos y especulaciones que impregnan la vida de los ciudadanos, yo creo que saben diferenciar entre una noticia de verdad y una patraña. Y se alegran de que haya alguien que se preocupe de dejar constancia y publicar la verdad.”
 
¡Que la disfruten!
 



Publicado el 18 de marzo de 2013 por Joaquín Rodríguez

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