lunes, 11 de marzo de 2013

¿Corona de llamas o saco de piedras?

Por Karen Gonjar

¿Mejor reinar en el infierno que servir en el cielo? Una duda trascendental y filosófica que sustenta la base de Pactar con El Diablo, película del director de largometrajes tan contradictorios en su calidad como Ray u Oficial y Caballero, Taylor Hackford.


Pactar con el Diablo o The Devil´s Advocate, título original en inglés, cuenta la historia del abogado Kevin Lomax (Keanu Reeves), cuya carrera asciende a la velocidad de la luz pudiendo presumir de no haber perdido nunca un caso. Su ambición por ganar a cualquier precio hacen que, al comienzo de la película, defienda y logre conseguir que exculpen de acoso sexual a un profesor de secundaria aun sospechando de la evidencia de su culpabilidad. Será entonces cuando una gran empresa neoyorquina presidida por John Milton (Al Pacino), le ofrezca un empleo irrechazable en la gran ciudad. Kevin no dudará en mudarse con Mary Ann (Charlize Theron), su mujer. Será ella quien descubra que todos los éxitos de su marido esconden un escalofriante secreto.
En 1997 se estrenaba esta película pasando por las salas de cine con mucha pena y sin gloria por ser considerada una película “ambiciosa que se quedaba a medio camino de sus logros”. Sin embargo, a pesar de la lluvia de azotes que la tiznaban de film mediocre, había algo en ella que se salía de la línea: la actuación de un magnífico Al Pacino, interpretando a un Diablo humano , algo que hasta el momento no había sucedido, y esbozando una imagen del mismo que produce una perfecta simbiosis entre el terror de su poder y la comprensión por parte del espectador de sus inquietudes.
En esta línea destaca sobremanera la escena propuesta, el monólogo final del maestro Pacino, cuyas argumentaciones sobre la figura del Dios católico divino, hacen cuestionarse las doctrinas impartidas por la Iglesia. Llegados a este punto cabe preguntarse ¿quién es Dios? Y es aquí cuando Milton nos ofrece una descripción metafórica de su interpretación terrenal:



 Pero no es súbita de la palabra de Jesús la única crítica que aparece en el film: un capitalismo basado en las ansias humanas de poder y ambiciones a toda costa, y la compasión por la imperfección del ser humano bajo una mirada de entendimiento y de idolatría. En este sentido podríamos definir el personaje no sólo como un humanista (algo que el propio personaje de Pacino predica), sino que nos lleva a considerar el monólogo como un esbozo entre renacentista y barroco, porque defiende la solemnidad del hombre como dueño de su raciocinio y sus actos, y a la vez explica todas sus desvirtuosidades, por ser un ser ambicioso y egoísta, cuyo único fin en la Tierra es vanagloriarse así mismo.
Por otro lado, las palabras de Milton no son el único elemento en escena que nos transporta a su filosofía. Se desarrolla en su despacho y éste, si somos capaces de estar muy atentos, nos muestra en esencia todos y cada uno de los pecados capitales representados en los elementos decorativos o en los propios personajes. Es aquí cuando os animo a buscarlos porque merece la pena pararse a analizar. Para finalizar, la película plantea una cuestión inevitable: ¿Es el Ángel Oscuro un ser maléfico que quiere llevarnos por el camino de la perdición, o un pobre humanista más que compartía las ideas de Da Vinci o Descartes, y valora la voluntad propia del ser humano?

0 comentarios:

Publicar un comentario