Por MÓNICA ZAS
El documental es un género incomprendido. Atrae más una
trama de ficción aderezada con unos efectos especiales impactantes, que un
biopic que se sirve de imágenes de
archivo al más puro estilo realité. También puede ocurrir precisamente lo
contrario, que de un personaje real se explote artificialmente un producto que
pierda todo lazo con su razón de ser, ofreciéndonos una frivolidad
hollywoodiense más.
Con ninguno de estos dos casos se identifica “Mi nombre es
Harvey Milk” de Gus Van Sant. Este biopic acerca del congresista homosexual es,
recurriendo al tópico, incapaz de dejar indiferente. El tema, susceptible de
ser malinterpretado como una caricatura, es tratado por el director de “El
indomable Will Hunting” con un tiento y cuidado ejemplar. La lucha del
protagonista es material más que suficiente para no caer en melodramas baratos
o intensificarlo ficticiamente.
Pero sin duda la película es de Sean Penn. Un papel como
este es un regalo que, bien hecho, encumbraría a su intérprete al estrellato.
Pero es un regalo envenenado, pues es relativamente fácil caer en la
sobreactuación y el exceso de amaneramiento, descentrando la atención de los
rasgos principales de Milk y de su apuesta por el progreso social
Se barajaban muchos nombres, pero finalmente se optó por el
milcaras. Sean Penn le imprime al personaje dos facetas; una más intensa al
principio y otra profesional y manida en un redondo desenlace, que no abusa de
una intriga que improcedente.
El truco final lo conforma un plantel que funciona a la
perfección bajo las órdenes de Van Sant. Un James Franco bastante mediocre, un
Diego Luna sobreactuado y un impresionante Emile Hirsch, todos saliéndose de
las líneas generales de sus papeles normales. Pese a esto, sorprendieron a una
crítica que no estaba acostumbrada a este cambio de faceta.
En conclusión, una apuesta por las minorías y una dosis de
esperanza que la saca de la línea general de los documentales, y nos acercan
una realidad cruda pero optimista. Una nueva forma de concebir la historia, de
empatizar con las luchas pasadas y de ensalzar al Rey Midas de la actuación,
Sean Penn, que todo lo que toca se convierte en oro.
0 comentarios:
Publicar un comentario