Por GUILLER VERDÍN
(VA CON SPOILER, PERO YA VENÍA CON UNO LA PELI: ESTÁ BASADA
EN HECHOS REALES)
La chulería y prepotencia de los pilotos de Fórmula 1 no son
nada nuevo. Como tampoco lo son los fiestones que se montan o la habilidad que tienen para derrochar
dinero. Pero a todo esto Ron Howard, conocido por llevar al cine un par de
novelas de Dan Brown y, mucho antes, por grandes cintas como Cocoon o Llamaradas, le
ha hecho una película.
La cosa
pintaba genial, dos de mis grandes pasiones, cine y Fórmula 1 juntas. No podría
salir mal. Pero salió. Howard pretendió una peli para amantes de la F1 sin
apenas F1. El poco automovilismo que pudimos ver fue la recreaciones de
accidentes y otros momentos célebres, que acto seguido era repetidos en algún
televisor con imágenes históricas del momento.
Una
reproducciones calcadas y asombrosamente bien hechas, así como las
reconstrucciones de míticos circuitos como ese fugaz Mónaco de los 70 o el coloso y mortal
Nürburgring que llenaron escasos minutos
de la película. Un filme donde primaban las complicadas relaciones sociales de Niki Lauda y las numerosas y
explícitas relaciones sexuales de James Hunt.
Y
cuando por fin hay Fórmula 1, el espectador encuentra menos espectáculo que si
la ve por la tele. Lo que dice mucho de los pilotos de ahora, o muy poco de los
realizadores de la película. Pero Howard no quiere con RUSH contarnos una serie de carreras, sino lo que sienten los
corredores.
Con el
tiempo veo la película de forma más clara, pese al desacertado filtro ‘retro’
que eligieron para ella. Es una historia de superación donde hay un “bueno” que
no es tan bueno, y un “malo” que no es tan malo. El “bueno” tiene una
complicación que supera y eso hace que el “malo” le coja cariño y se hagan todo
lo amigos que dos pilotos de F1 pueden ser. Un argumento, por tanto no muy
original, independientemente de que esté basada en hechos reales.
A todo
esto, Daniel Brühl hace un gran papel, algo forzado al principio pero va
cogiendo soltura a medida que su personaje gana carreras hasta el punto de
poder, en ocasiones, ver a Lauda ante la pantalla. Y Thor sin su martillo (Chris Hemsworth) sorprende gratamente pero sin ahondar en la
profundidad de un James Hunt vividor y, en ocasiones, perturbado.
La música de Hans Zimmer, pero como si sólo pasara por allí.
La música de Hans Zimmer, pero como si sólo pasara por allí.
6,5 sobre 10